Adhiriendo a Nuestra Señora, Pilar de la Fe

Misa Votiva de Nuestra Señora del Pilar
11 de septiembre de 2021
Lecturas: Judit 13:14, 17-20; Lucas 11:27-28
Homilía para el Día de la Hispanidad
Unidos en la Fe
Siempre nos alegra honrar a nuestra Madre, la Bienaventurada Virgen María, especialmente en la preciosa tradición que tenemos como católicos de ofrecer en sábado una Misa en su honor. El domingo es nuestro “Sabbath” cristiano, “el Día del Señor,” el día que nos congregamos como el pueblo del Señor para conmemorar su Resurrección de entre los muertos en el día que él mismo resucitó. Por tanto, el sábado lo podemos llamar “el Día de Nuestra Señora”. Es como un pequeño Sabbath en preparación del gran Día del Señor en domingo.
También, estamos bendecidos en nuestra fe católica al tener el tesoro (litúrgico) de las especiales Misas Votivas a Nuestra Señora bajo sus muchos títulos. Hoy ofrecemos la Misa Votiva de “la Bienaventurada Virgen María, Pilar de la Fe”. Hacemos esto en ocasión del Día de la Hispanidad, viviendo el Quinto Encuentro, y en este año dedicado a San José.
Todo esto apunta al corazón de lo que somos como Pueblo de Dios: fe. Nuestra fe católica ha sido creída y vivida de la más perfecta manera por nuestra Bienaventurada Madre. Y, también, nuestra fe católica está en el corazón del Quinto Encuentro que vivimos como discípulos misioneros: discípulos, ya que tenemos fe en Jesucristo; misioneros, pues queremos compartir esa fe con aquellos que no lo conocen. La fe está también en el corazón de este año de San José: San José es nuestro padre en la fe. El nos enseña a escuchar silenciosamente la Voz del Señor y, al oírla, obedecer Su Voz con fe. Y fe – ¡especialmente simbolizada por un pilar! – está en el corazón de este Día de la Hispanidad: más que una cultura y un lenguaje común, el genio de la hispanidad es el don de la fe católica que España ha recibido con tanto agradecimiento y luego la extendió por todo el mundo.
Nuestra Señora del Pilar
¿Por qué es un pilar un símbolo particularmente apto para la fe católica que nos une en nuestra Hispanidad? Pues bien, oficialmente, a nivel internacional, el Día de la Hispanidad se celebra el 12 de octubre, que es la fiesta nacional de España porque es la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, la Patrona de España. En nuestra propia Arquidiócesis de San Francisco, incluso tenemos una parroquia, fundada por los colonos hispano-mexicanos de Half Moon Bay, dedicada a … ¡Nuestra Señora del Pilar! ¿Quién es esta Señora del Pilar?
Su historia nos remonta a los primeros días de la historia de la Iglesia. Pocos años después de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, Santiago Apóstol se encontraba lejos de Tierra Santa, predicando el Evangelio en España, que era (en aquel entonces) una provincia del antiguo Imperio Romano. Santiago era hermano del Apóstol San Juan. Santiago era de los más cercanos a Jesús: lo acompañó en la Transfiguración y Agonía en el Huerto. La historia nos dice que Santiago tuvo muy poco éxito en convertir a los españoles paganos al Evangelio; sólo obtuvo algunos pocos conversos, y los conversos compartían con él la frustración y tristeza por la falta de éxito en convertir los españoles antiguos. Allí mismo, sin embargo, nos enseñan una lección: la lección de permanecer unidos como discípulos misioneros, mientras vivimos el Quinto Encuentro.
Se cuenta que un día Santiago y sus conversos estaban tan desanimados por su falta de éxito misionero que rompieron a llorar y se pusieron a rezar a lo largo de las orillas del Río Ebro en la ciudad española de Zaragoza. Y aquí hay otra lección para nosotros, especialmente cuando nos sentimos frustrados por la falta de éxito en la difusión del Evangelio, especialmente en nuestras propias familias. Miren cómo el santo Apóstol y sus santos discípulos lidiaron con su frustración: se pusieron a rezar. De hecho, comenzaron a rezar especialmente a la Madre de Nuestro Señor; Ella todavía estaba viva en la tierra en ese momento, viviendo en Éfeso con Juan, el hermano de Santiago. Entonces, de la manera más inesperada, en un milagro de la bilocación, la Madre de Nuestro Señor apareció a Santiago en esas orillas del Río Ebro. Esto sucedió en el año 40 después de Cristo, y es la primera aparición mariana en la historia de la Iglesia.
Nuestra Señora le pidió a Santiago que construyera allí un santuario en su honor. Y la tradición nos dice que así lo hizo. Zaragoza sigue siendo un centro importante de peregrinación y devoción a Nuestra Señora hasta el día de hoy. Nuestra Señora también animó a Santiago con una importante profecía. Ella se le apareció de pie sobre un pilar de jaspe y le dijo que no se desanimara, asegurándole que la fe de los españoles algún día llegaría a ser tan fuerte como el pilar sobre el que ella estaba parada.
Llama la atención que Nuestra Señora eligiera un pilar como símbolo de la fe que daría a España. En nuestra primera lectura, vemos a Judit, una prefiguración de Nuestra Señora, siendo celebrada por su pueblo por ser el agente a través del cual Dios les mostró misericordia y los liberó de sus enemigos. Las Escrituras nos dicen que después de que Judit terminó de orar al Señor pidiendo fortaleza, ella “fue a la cabecera [es decir, un pilar] que estaba cerca de la cabeza de Holofernes” para tomar la espada y cortarle la cabeza. Ella mató al jefe de sus enemigos. Mató a Holofernes quien representa a Satanás, el verdadero enemigo del pueblo de Dios.
Fue desde un pilar, fortalecida por Dios, que Judit venció al maligno. El pilar de la fe y la confianza en Dios fue su medio para vencer el mal por Israel. No podemos olvidar, por supuesto, que el pilar de la fe produce una espada espiritual de conquista espiritual sólo para aquellos que “escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, como dice el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar. Judit es una prefiguración de la Bienaventurada Madre porque escuchó la palabra de Dios y la puso en práctica. Nuestra Señora es sobretodo aquella que escucha y pone en práctica con fe la Palabra de Dios.
Hispanidad
La historia de España a partir de entonces es una historia de un acogimiento creciente de la fe católica, bajo la protección atenta de Nuestra Señora del Pilar y de Santiago. En las batallas por el alma de España, hubo a veces informes de un jinete misterioso que solía salir de las montañas, montando un caballo blanco y portando una bandera blanca, llevando milagrosamente los cristianos a la victoria. Los españoles cristianos creían que este jinete era Santiago. Y su grito de batalla pronto se convirtió en “¡Santiago!” en honor al Apóstol de España. En 1492, los españoles cristianos, bajo este grito de guerra, habían reconquistado para Cristo toda la Península Ibérica. Por primera vez en su historia, España era completamente católica. La profecía de Nuestra Señora se había cumplido casi 1500 años más tarde: la fe del pueblo español era fuerte como un pilar de piedra.
Tan pronto como Nuestra Señora del Pilar conquistó España para su Hijo, comenzó a trabajar a través de España en otras partes del mundo. Me imaginaría que para la mayoría de ustedes, cuando escuchan la fecha del 12 de octubre y el año 1492, piensan en algo diferente. Pero, así es, en 1492, en la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, Patrona de España, Cristóbal Colón llegó al Nuevo Mundo, reclamándolo para Cristo y Su Madre. Ese encuentro, de hecho, trajo mucho sufrimiento y dificultades, debido a los intereses egoístas que desfiguran nuestra naturaleza humana. Pero en el plan de Dios, Dios una vez más trabajó con Nuestra Señora como su agente: estando ella no satisfecha con su victoria en España, quiso dar ahora el don del pilar de la fe a los pueblos del Nuevo Mundo como lo había hecho ella antes con España.
Con ese fin, volvió a aparecer en 1531, como todos sabemos, y por lo cual todos agradecemos con alegría, en el Tepeyac de México, pidiendo una vez más que se le construyera un santuario en su honor. En poco tiempo, ella había creado un pueblo completamente nuevo en lo que ahora llamamos América Latina, cuando los españoles y los nativos de estas tierras se fueron casando y formando familias, unidos (todos) por su fe católica. Y nosotros también tenemos la suerte de ser herederos de este legado, ya que el Rey de España envió misioneros a nuestra Alta California bajo el liderazgo del gran San Junípero Serra. Así, vemos que la aparición de Nuestra Señora del Pilar a Santiago está íntimamente enlazada a nuestra propia historia aquí en California: las misiones de California fueron fruto del estímulo que Nuestra Señora le había dado a Santiago 1700 años atrás.
San Junípero Serra, el Nuevo Santiago
San Junípero Serra es para nosotros lo que Santiago es para España. San Junípero es verdaderamente el Apóstol y Padre de California, estableciendo las primeras nueve de las 21 misiones de Alta California, incluida nuestra propia Misión Dolores. Como Santiago, San Junípero también experimentó muchas frustraciones en su labor al predicar el Evangelio. Mientras convirtió muchos de los indígenas, luchaba por proteger sus conversos de los vicios rapaces de algunos de los soldados españoles.
Incluso tenemos hasta el día de hoy un recordatorio físico del cuidado y protección que San Junípero brindó a los nativos de nuestro estado. Se puede ver en las cuatro misiones que también servían como centros militares de la Alta California: San Diego, Santa Bárbara, Monterrey y aquí en San Francisco. En estos lugares había un Presidio, es decir, un cuartel de los soldados españoles. Los franciscanos siempre construían el Presidio a millas de distancia de la iglesia de la misión y la escuela, para proteger así a los indígenas de los soldados abusivos. Basta con pensar en San Francisco: el Presidio aquí está ubicado cerca de la entrada a la bahía, al pie del puente Golden Gate, mientras que la Misión Dolores está al sur de aquí, en el corazón de la ciudad. De esta manera, San Junípero y sus hermanos misioneros podían instruir a los nuevos conversos en la fe católica estando en paz, sin preocuparse por la interferencia de los soldados fastidiosos. Como a Santiago, a San Junípero le movía el amor, amor nacido de su fe. Y por eso también él, como Santiago, era profundamente devoto de Nuestra Señora; incluso le compuso una novena en honor a su Inmaculada Concepción y a su Realeza.
La fe, de la cual nace el amor, un amor que se expresa a través de un gran sacrificio personal, es lo que permitió que las misiones de San Junípero en California fueran sumamente fructíferas en un período de tiempo breve. Los indígenas conversos, además de recibir el pilar de la fe, también aprendieron nuevos oficios y comenzaron a disfrutar de los beneficios de la civilización cristiana. Trágicamente, el gobierno anticatólico de México secularizó las misiones en 1834, exponiendo a los indígenas conversos a tremendas dificultades, primero de los rancheros y eventualmente de los gobernantes estadounidenses de California. La mayoría de las misiones son nuevamente ahora iglesias activas, gracias a Dios. Sin embargo, a veces siento que en California nosotros, hijos de San Junípero, estamos en una situación similar a la de Santiago en Zaragoza. Somos pobres como él, a menudo enfrentamos resultados desalentadores y la falta de apoyo.
Conclusión
En este Quinto Encuentro, mientras nos esforzamos por profundizar nuestra fe en Cristo y llevarlo a otros, no podemos hacer nada mejor que volver a Nuestra Señora del Pilar, tal como lo hizo Santiago. Ella nos asegura que el don de nuestra fe católica, mediante la cual recibimos la Palabra de Dios y la ponemos en practica, es un pilar al que podemos aferrarnos en todas las dificultades de la vida. Este es el camino a seguir de los discípulos misioneros de California en el siglo veintiuno.
Nos apoyamos en los hombros de Santiago y San Junípero, quienes nos enseñan que la única manera de avanzar en la difusión del Evangelio es seguir el ejemplo de Judit y de Nuestra Señora, escuchando la Palabra de Dios y poniéndola en práctica. Lo que significa que primero debemos escuchar, como lo hizo San José: escuchando en silencio la Voz del Señor y obedeciendo Su Voz con fe cuando la escuchamos. Y cuando de esa fe nace el amor, podemos como Santiago y San Junípero hacer los sacrificios necesarios para difundir el Evangelio a todos, comenzando especialmente con la propia familia. Entonces viviremos el principio sobre el cual San Junípero basó su vida y nos dio tan buen ejemplo: ¡Siempre adelante, nunca atrás!