“La Santísima Virgen Nos Acompaña Siempre”

Homilía para la Memoria de Nuestra Señora del Rosario
Misa para la Manifestación Anual del Rosario

Introducción

“Ven con nosotros a caminar, Santa Maria ven.”  Las palabras las conocemos bien, ¿no?  Es el estribillo del amado himno que llamamos, “Santa María del Camino.”

La Santísima Virgen Nos Acompaña

Sí, “del camino” – es un título muy indicado, porque ella es nuestra acompañante, ella es la que nos acompaña siempre.  Esto ya está claro en la Sagrada Escritura, como lo escuchamos en los Hechos de los Apóstoles, durante ese intervalo de tiempo entre la resurrección de su Hijo de entre los muertos y el don del Espíritu Santo descendiendo sobre aquellos primeros discípulos para que comenzaran a cumplir el mandamiento del Señor de hacer discípulos a todas las naciones.  Los discípulos regresan al Cenáculo, justo allí donde los doce estuvieron con él la noche antes de su muerte.  Y su Madre está con ellos, dándoles consuelo, dándoles fuerza en momentos de incertidumbre y miedo. 

Ésta es nuestra Madre: camina con nosotros, porque camina con Dios.  Ella camina con Dios tan íntimamente que encuentra favor ante Sus ojos: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios” – son las palabras con las que el Arcángel Gabriel la saluda cuando le trae la noticia de que será la madre del Hijo de Dios.  ¿Y qué hace ella inmediatamente después?  Se apresura hacia su anciana prima Isabel, que espera un hijo en su vejez, Juan Bautista, el precursor del Hijo de María, el Mesías.  

Y así sigue acompañándonos hoy a nosotros, sus hijos, como lo ha hecho desde el principio: para consolarnos, protegernos y también para advertirnos.  Esta misma fiesta de Nuestra Señora del Rosario, de hecho, conmemora otra intervención de Nuestra Señora para proteger a sus hijos allá por el año 1571, cuando las fuerzas navales cristianas milagrosamente salieron victoriosas en Lepanto y detuvieron un movimiento que amenazaba con aniquilar la fe cristiana en Europa – esto en respuesta a las oraciones de los católicos de todo el mundo cristiano que pidieron su ayuda rezando el santo rosario.

Ella Está Todavía con Nosotros

En nuestra época tenemos otras amenazas, tanto gobiernos hostiles que persiguen a los cristianos en todo el mundo como ideologías hostiles que corrompen las mentes y los valores de nuestros jóvenes.  Pero María está siempre ahí para acompañarnos y consolarnos, como lo ha hecho desde el principio: como lo hizo con un indígena pobre en Tepayac hace 492 años para llevar la paz y la reconciliación a dos naciones en guerra, dando a luz a una nueva civilización cristiana; como lo hizo en Lourdes hace 165 años, para llevar su curación a sus hijos que sufren y revelarse como la Inmaculada Concepción; y como hizo en Fátima hace 106 años en sus apariciones a los tres pastorcillos. 

El mensaje que pronunció entonces es coherente con lo que siempre pide a sus hijos: recurrir a su Hijo para evitar calamidades, desastres y sufrimientos indecibles a través de la oración, el ayuno y la adoración.  Él, su Hijo, el Hijo de Dios, Jesucristo, es la respuesta.  Hoy en día escuchamos mucho hablar sobre cómo la Iglesia debe ser inclusiva y acogedora.  Sin embargo, todo será inútil si no atendemos el llamado de lo que eso realmente significa.  Sí, debemos ser acogedores e inclusivos: acogedores e inclusivos de Jesucristo, acogiéndolo e incluyéndolo en el centro de nuestras vidas, de nuestras familias y de nuestras comunidades.  Lo hacemos siguiendo lo que su Madre – nuestra Madre – nos pide que hagamos.

Esto es lo que le pedí a nuestra gente cuando hice la consagración de nuestra Arquidiócesis al Inmaculado Corazón de María hace seis años en este día, la Memoria de Nuestra Señora del Rosario, y con ocasión del centenario de la aparición de Nuestra Señora en Fátima – vivir la consagración haciendo lo que ella nos pide: rezar el rosario diariamente y en familia al menos una vez a la semana; ayuno de carne los viernes así como alguna otra forma elegida de penitencia, junto con el recurso frecuente al sacramento de la Penitencia; y dedicar al menos una hora a la semana a la adoración de su Hijo Sacramentado.

Conclusión

Después de la Misa, vamos a procesar con su Hijo Sacramentado, junto a una imagen de su Madre.  Se trata de una especie de mini-peregrinación, un signo penitencial de nuestro deseo de caminar con ella, para que ella nos conduzca a su Hijo.  Prestemos atención a su instrucción y acojámoslo en todos los modos y en todo tiempo, para que la fe en él abunde en nuestra tierra y todos lo incluyan en el centro de sus vidas: para la gloria del Señor y la salvación del mundo.