“The Easter Journey from Darkness to Light”

Homily for Easter Vigil Mass
April 16, 2022

Resumen en Español

La liturgia de la Vigilia Pascual que celebramos esta noche se caracteriza por un camino de la oscuridad a la luz, y con razón, porque esta es la esencia del misterio mismo de la Pascua.  Nuestra ceremonia de esta noche comenzó en la oscuridad, con el encender y el bendecir del fuego de Pascua y luego el encender del Cirio Pascual con ese mismo fuego.  A partir de ahí se encendieron las velas individuales de todos ustedes en la asamblea, aumentando paulatinamente la luz en el templo.  Y luego, con el canto del Pregón Pascual, las luces del templo se encendieron como señal de la luz de la Resurrección de Cristo disipando las tinieblas del pecado y de la muerte.  Finalmente, al canto de la Gloria, que había permanecido en silencio durante toda la Cuaresma, se encendieron las velas del altar, completando así la iluminación del templo.

Este camino de las tinieblas a la luz es, en efecto, el movimiento de toda la historia de la salvación.  Lo vemos ejemplificado en esa primera noche de Pascua cuando el Señor vino al rescate de Su pueblo Israel, liberándolo de la esclavitud en Egipto y poniéndolo en el camino a la Tierra Prometida.  Fue de noche que el ángel de la muerte recorrió Egipto hiriendo de muerte a sus primogénitos, pero salvando a los israelitas cuyos dinteles estaban marcados con la sangre del cordero pascual.  Y el Señor los acompañó todo el camino, protegiéndolos, proveyéndoles y guiándolos.  Durante los siguientes cuarenta años, el Señor guiaría a Su pueblo a través del desierto del Sinaí por medio de una columna de fuego, la señal de Su presencia providencial.

Esto, sin embargo, fue una prefiguración de la verdadera Columna de Fuego representada por el Cirio Pascual: la luz de la Resurrección de Cristo, por la cual Cristo vence las tinieblas de la muerte y nos otorga la luz de la vida eterna.  Sí, este es el movimiento de toda la historia de la salvación, incluyendo también la historia personal de la salvación de cada uno de nosotros.  Nuestro camino hacia el cielo, la verdadera Tierra Prometida, es caminar de la oscuridad a la luz.

Caminemos, pues, siempre como pueblo de la luz, adorando al único y verdadero Dios, y guiando allí a los demás, para que lleguemos seguros a nuestra verdadera y eterna Tierra Prometida: el Reino celestial de Dios, el Reino del día sin fin, el día en que, en unión con todos los santos, adoraremos a Dios cara a cara y descansaremos en Su eterna luz y paz.