“Uno en Cristo, el Puente que Conduce al Padre”

Homilía, Profesión de Votos Solemnes de las Misioneras de la Caridad
22 de mayo de 2025; Iglesia de San Pablo
Read in English

Introducción

Sin duda, estamos viviendo momentos históricos.  Seguimos celebrando la elección de nuestro nuevo Papa, a menudo llamado en Estados Unidos “el primer Papa americano”. Claro que el Papa Francisco también era americano.  El Papa León, sin embargo, es americano en el pleno sentido de la palabra.  Habla de tender puentes, y con razón, pues él mismo, en su persona, es un puente: conectando el norte con el sur, la pastoral cercana al pueblo y la administración pública en los altos niveles de autoridad.  Es un hombre muy universal, y en este sentido, es una imagen acertada de todo lo que la Iglesia está llamada a ser.

Oración y Comunión

La Iglesia también está llamada a ser un puente, un puente que una a pueblos de todo el mundo: todas las naciones, todas las razas, todas las lenguas, unidos en una sola familia de fe.  Pero esto solo sucede cuando miramos al verdadero puente: Jesucristo.  Él es nuestro puente hacia Dios, él es quien nos une como pueblo suyo a su Padre.  En este sentido, la Iglesia también está llamada a ser un puente entre el cielo y la tierra.  Como miembros del Cuerpo de Cristo, bajo nuestra cabeza, Cristo el Señor, y también en ella misma, vivimos en ambos mundos, el terrenal y el celestial.  No podemos pretender existir en un solo ámbito.  Así ha sido siempre, desde el principio.

En nuestra primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos una descripción de la vida comunitaria de aquellos primeros cristianos: como compartían todo en común, de modo que a nadie le faltaba nada.  Y en el versículo inmediatamente anterior al que abre nuestra primera lectura, San Lucas describe a esa primera comunidad como reunida en oración y tan llena del Espíritu Santo que «el lugar donde estaban reunidos tembló».  Estaban absortos en la oración, anticipando ya la vida celestial, pero nunca olvidaron las necesidades materiales de sus hermanos.

La oración era lo más importante y el fundamento de todo, pero comprendían que es vano si no se manifiesta en el amor de la comunión, es decir, en compartir los recursos espirituales y materiales.  Esto es lo que significa «comunión» en su sentido más básico.  Ahora bien, es cierto que es posible lograr compartir los bienes materiales por la fuerza, como, por ejemplo, mediante el imperio de la ley o la imposición de un impuesto.  Hay un lugar y una necesidad para esto, especialmente en las grandes sociedades, pero esto no es comunión.  Como dijo un sabio biblista: «No es cuando la ley nos obliga a compartir, sino cuando el corazón nos mueve a compartir, que la sociedad es verdaderamente cristiana».[1]

El Último Mandamiento

Es el amor lo que nos abre a esta comunión con el otro.  Es simplemente el cumplimiento del mandamiento que Jesús nos dio la víspera de su muerte, como lo relata San Juan en el Evangelio de nuestra Misa de hoy: «Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado».

Este amor no es teórico, ni una idea elevada que se quede en abstracto sin aplicación práctica.  Debe manifestarse de maneras muy concretas.  De hecho, la mejor manera de definir este amor de Jesús, el amor con el que nos ama, no es con palabras, sino contemplando un crucifijo: dio su vida por nosotros, nos lo dio todo, aunque no recibiera nada a cambio.  No hay nada que pudiéramos darle que igualara lo que él nos dio; lo hizo exclusivamente por nosotros. Y, sin embargo, si realmente lo amamos, queremos intentarlo de todos modos. El amor nos mueve a hacerlo.

Este es el puente que une, que nos une a nosotros, quienes antes estábamos tan lejos, en un solo pueblo de Dios y, como un solo pueblo de Dios, a Dios Padre.  Este es amor puro, el amor puro que es el puente que une.

La Iglesia Como Modelo

Mis queridas hermanas: no podemos agradecerles lo suficiente por ser ese puente para nosotros.  Ustedes cumplen este mandamiento de nuestro Señor, el mandamiento que nos dio la noche antes de morir: amar los unos a los otros como él nos ama, de la manera más visible y más radical posible.  Su amor es el puente que nos une, nos sana y nos da paz.  Es una sanación que va más allá de aquellos a quienes ustedes atienden directamente, es una unidad y paz con la que su sola presencia bendice a toda nuestra iglesia local.

Apenas en las primeras etapas de su pontificado, ya escuchamos reiteradas peticiones de unidad de nuestro nuevo Santo Padre.  Como dijo, por ejemplo, el domingo pasado en la Misa de su Solemne Inauguración del Ministerio Petrino:

Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado.

En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia …[2]

Y luego concluye con un punto culminante citando su lema episcopal, que proviene directamente de su padre espiritual, San Agustín: «en el único Cristo nosotros somos uno» – In illo uno unum.  Esto proviene de la reflexión de San Agustín sobre el Salmo 127, donde explica que el Cuerpo de Cristo se compone de cabeza y miembros.  Allí dice: «Aunque los cristianos somos muchos, en un solo Cristo somos uno.  Somos muchos y somos uno, porque estamos unidos a Él, y si nuestra Cabeza está en el cielo, los miembros la seguirán».[3]

El Papa León quiere que, como Iglesia, seamos modelos de paz, unidad y comunión para un mundo muy dividido y en guerra.  Como también nos recordó en la homilía del domingo pasado: «Hermanos, hermanas, ¡esta es la hora del amor!  La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio».

Conclusión

Mis queridas hermanas: gracias por ser un modelo para nosotros, todo el Cuerpo de Cristo.  Ustedes son un puente vivo que nos une a todos en el Cuerpo de Cristo y nos guía hacia el puente que nos une al Padre, Jesucristo nuestro Señor.  A él sea todo honor, gloria y alabanza, ahora y por los siglos de los siglos.  Amén.


[1] William Barclay, The Daily Study Bible Series Revised Edition: The Acts of the Apostles (Philadelphia: The Westminster Press, 1977) p. 43 (traducción mía).

[2] V Domingo de Pascua – Celebración Eucarística por el inicio del ministerio petrino del obispo de Roma León XIV (18 de mayo de 2025) | LEÓN XIV

[3] Pope Leo XIV’s motto and coat of arms – Vatican News (traducción mía)